Lo dije antes y lo digo ahora: somos demasiados y para solucionar el 90% de los problemas de la humanidad es indispensable que seamos menos, pero, ¿por qué somos tantos?
Con excepción de aquellos concebidos por un tipo con bata y guantes en una caja de petri (si, deprimente), todos somos el resultado del mismo viejo proceso de la reproducción humana. El cual, visto desde la biología, es una genialidad si la finalidad de la reproducción es perpetuar la especie en un entorno difícil, como lo es para la mayoría de las especies. Por ejemplo: los pingüinos tienen que caminar más de 160 km en el invierno ártico dos veces y pasar 150 dias sin comer para poder tener un pollo de pingüino, las tortugas tienen que poner decenas de huevos porque al salir, el 90% de las crías no duran más de un día, las gacelas tienen que ponerse en pie el mismo día en que nacen y poder huir de los guepardos pocos días después. En fin, ser animal es una joda perpetua, por eso, para ellos lo más importante después de conservar la propia vida, es perpetuar la especie, así, el sexo está diseñado para el estilo de vida animal: para ser no sólo importante, sino fundamental e irrenunciable.
Así como domesticamos al fuego para que cocinara nuestra comida y fundiera nuestros metales, domamos a los microorganismos para que nos dieran vinos y quesos, al viento para mover nuestros molinos, a las plantas para que nos dieran sus frutos y semillas, así adaptamos al sexo a nuestra vida civilizada y lo convertimos en un arma de muchos filos y le dimos más aristas que una escultura de Sebastián, haciendo de la reproducción una entre muchas.
Si el sexo sólo doliera y fuera asqueroso en todas sus facetas (Dios nos libre), ya nos habríamos extinto. Por esto es que digo que una de las razones por la que somos tantos, es porque el reproducirnos es una actividad formidable.
Pero, ¿es eso válido como justificación a la sobrepoblación en estos tiempos?
No, claro que no.
A éstas alturas de nuestro desarrollo, contamos con la tecnología, el conocimiento y el nivel de progreso moral necesario para que la reproducción sólo sea un acto voluntario con un margen de error menor al 1%. Los anticonceptivos son variados y baratos, especialmente si comparamos con el precio de una dotación de pañales.
En la realidad (nuestra realidad), no importa que tantas formas haya para evitar la procreación, pues hace falta educación para que la existencia de los anticonceptivos nos sea útil, y ni siquiera me refiero a la educación sexual la cual es sin duda necesaria, sino a la educación sin más. Ya hablaré sobre la educación y sus demonios (parafraseando a Sagan y recordando a Elba Esther), pero aquí debo puntualizar que me refiero a la educación en una forma extensiva, integral y holística. Me refiero a una educación que incluye a la que se imparte en las escuelas y en el hogar, pero se refiere más bien a la educación que la sociedad imparte a sus conformantes a través de todos los medios posibles. De esta manera, es fácil comprender que la educación con la que cuenta la mayoría es inútil, insuficiente y retrógrada mucho antes de llegar a temas tan complejos como la sexualidad, la sociedad o la sobrepoblación.
Así las cosas, es indudable que muchos nacimientos no fueron planeados o deseados, y sin tratar de adivinar un porcentaje preciso, me atrevo a decir que éste es alto. Aún así, queda otro porcentaje de aquellos nacimientos deseados, y en para éstos, la pregunta es: ¿por qué?
Parece que las razones más comunes para tener hijos son tan insensatas como:
"Soy altamente infeliz pero con hijos seré feliz"
"Mi matrimonio es un asco... tengamos hijos"
"Mi pareja no me ama, pero lo hará... porque tendrá un hijo conmigo"
"Tod@s mis amig@s tienen hijos"
entre otras...
Claro que nadie admitirá conscientemente que tiene razones como estas, sin embargo; no hace falta mucha observación para darse cuenta cuando es así. Éstas y otras razones comunes son altamente egoístas, y en una segunda lectura, es fácil darse cuenta que en todas el centro de la idea es "yo", cuando que el tener un hijo debiera ser uno de los actos menos egoístas (vamos, como en la naturaleza: recuerda a los pingüinos).
Ésta es la razón más importante y grave por la cual somos tantos: nos vale madres el otro... aún siendo nuestros propios hijos. Nos vale madres no poder darles lo básico: amor, alimento, educación, salud, recursos suficientes, oportunidades, etcétera. Nos vale madres que este planeta ya no sea suficiente para ellos, y si mostramos tan poco interés en quienes debieran ser depositarios de lo mejor de nosotros, ¿qué se puede esperar hacia los hijos de los demás?...
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