miércoles, 1 de septiembre de 2010

La degustación de la música y sus gadgets

Hay pocas cosas más universales que la música. La variedad de géneros, estilos, formatos, artistas y medios es tan amplia como la variedad de escuchas. Han nacido y muerto formatos, tecnologías y géneros, mientras que muchos se fueron y volvieron, y otros llegaron y no se fueron, y al parecer nunca se irán. Como para muchas otras cosas, el siglo XX fue una total revolución para la música: surgieron la mayoría de los géneros que escuchamos y tecnológicamente pasamos de los tambores rotatorios de Edison a los viniles, a las cintas magnéticas, a los casettes de 8 tracks, a los casettes "normales", al CD, al MP3 y a todas las variedades de audio digital actuales. Así, la música evolucionó junto con la sociedad y la tecnología. 

Como pasa generalmente con la tecnología, se pensó que nuevo significa también mejor, y al llegar la era digital se despreció lo analógico, pero como era de esperarse, el arte de la tecnología analógica está siendo revalorada y llega para ocupar el lugar que jamás debió haber perdido. El arte ancestral de los formatos analógicos (el disco de vinil) y la electrónica analógica tanto de estado sólido (transistores) como los bulbos, tienen un lugar especial en el amplio espectro de la tecnología, y es fundamental entenderlos para apreciar su valor, y el valor que agregan a la música en nuestros tiempos.



Un poco de electrónica...
Esto es lo que hago todos los días: estudiar electrónica. Me encanta y me gusta compartirlo, pero intentaré no saturar mi blog con la aridez de la información técnica. Aún así, en este punto necesito explicar someramente el asunto de los bulbos y los transistores:
Ambos pueden ser usados para amplificar señales. En audio este uso es indispensable, pues la señal que se obtiene de cualquier fuente (reproductor de CD, DVD, tornamesa, mp3, ...) es muy pequeña y necesita ser amplificada y ganar potencia para que pueda sonar a través de una bocina. Ambos pueden amplificar gracias a que con poca energía pueden controlar una cantidad mucho mayor de energía (eléctrica, claro). Mientras que los bulbos son grandes, frágiles, caros y necesitan mucha energía para funcionar, misma que desperdician en forma de calor, los transistores son pequeños, resistentes, eficientes y requieren de muy poca energía. Sin embargo, los transistores generan ruido eléctrico que no generan los bulbos y además, los bulbos tienen un comportamiento más lineal (no hay otra forma de decir eso). Esas dos características los ponen por encima de los transistores en algunas aplicaciones.

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En estos tiempos conviven los formatos digitales con compresión (mp3, mp4, ogg, flac,...), los discos ópticos (CD, SACD, DVD-A) y el vinil. Cada uno tiene su lugar y momento...


Así como uno no desayuna guajolote con mole o no saca unas galletas y una barra de queso azul untable como snack entre clases, o no lleva una cantimplora llena con vino tinto cuando sale a caminar al campo, de la misma manera, uno no escucha Winsin y Yandel o Hillary Duff en vinil, ni a Miles Davis o Pat Metheny en mp3. Tampoco uno pone como despertador a Venom (aunque haya quien lo hace) ni hace ejercicio escuchando a Intocable ni pone en el lobby de un hospital u hotel a José José. 


Así como hay categorías en los vinos, también las hay en la música y en la forma de escuchar música. El vino de garrafa es terrible para acompañar un buen platillo pero fabuloso para la sangría o para cocinar con él. Así, no es que el vino de garrafa sea del todo malo, sino que hay que saberlo usar, pues a su vez sería un pecado mortal usar un buen vino francés de reserva y buen tiempo de guarda para un clericot.


El lugar de un buen disco de vinil en una tornamesa de calidad conectada a un amplificador de bulbos hi-fi y a su vez a unas bocinas de precisión, es una sala bien acondicionada: con suficiente aislamiento acústico, cero eco, asientos muy cómodos y buena compañía. Y el momento para hacerlo, es cuando se tenga la serenidad suficiente para que lo único que importe sea la música y se tenga la sensibilidad suficiente para recibir todo lo que puede transmitir una buena pieza. Se requieren conocimientos de música y de tecnología así como suficiente sensibilidad para poder apasionarse de esta manera. Aquellos que desarrollan la pasión por la música y la tecnología del audio, saben que el bulbo no es mejor que el transistor ni el vinil que el CD, pero ambos son de alguna extraña manera más humanos. El aspecto casi ritualístico de escuchar un vinil es un encanto difícil de entender si nunca se ha experimentado. La buena música que se escucha así, adquiere una estética más natural, como dice una canción de Rush: "Closer to the heart". Sin embargo, tanta magia tiene un precio, pues hay que desembolsar mucho más de lo que harías bajando una canción de iTunes a tu iPod, y se requiere de tiempo, cuidado y dedicación. Si no puedes percibir la diferencia en la calidad del sonido entre un mp3 a 96 bits y un SACD ni la diferencia entre la calidad de composición de Pink Floyd contra una de Tokyo Hotel, no tiene sentido que vayas mas allá del práctico mp3. Por esta razón yo no compro vinos de más de $200: ni mi paladar ni mis conocimientos enológicos dan para percibir la diferencia entre éstos vinos y vinos más caros. Vamos, uno de $400 no me sabe el doble de bien que uno de $200, así que no vale la pena que yo gaste más.


En resumen, soy un fanático, y eso es bueno