Puedo tolerar a los noticieros parciales, tendenciosos y sensacionalistas, a los programas gringos mal traducidos y doblados, a las series atrasadas por más de dos temporadas y a los "fantasmas" y la "nieve" cuando hay mala recepción. Lo que sobrepasa mi límite cuando veo televisión abierta, son los comerciales. A sabiendas de que la televisión de paga ya está más que repleta de los mismos comerciales (y aún peor: infomerciales) que la televisión nacional, aun siento una sutil pero molesta diferencia.
No siento necesidad por deconstruir y analizar la generalidad de la publicidad televisiva, puesto que para eso hay libros de sobra. Sólo tengo una incontenible necesidad de expresar mi repudio por la mentira. Si bien es cierto que me molestan el cliché, el morbo, lo "aspiracional", las "demostraciones", y todo cuanto está mal en la publicidad, la mentira sobrepasa la simple molestia. La mentira me ofende. Me ofende el descaro con el que se puede decir algo que claramente es una mentira redonda ante millones de personas sin que haya una voz lo suficientemente fuerte (o muchas débiles) como para negar el espacio de un medio. Pero la voz más fuerte no es (y ni cerca está de serlo) la de la sociedad confundida, ignorante e indiferente, sino la del dinero y su poseedor, y es obvio que el poseedor del dinero no lo obtiene sino de la sociedad misma. Es decir, las pulseras Power Balance existen gracias a que hay gente lo suficientemente idiota para comprarlas, y eso, antes que cualquier otra cosa es triste.
Tomaré como ejemplo éste producto por ser el que más me encabrona:
Al precio de $600 pesos la unidad, la gente que la compra no es precisamente indigente, vamos, yo soy un estudiante de licenciatura de clase media y no pago tan fácilmente más de esa cantidad para ir a un buen concierto. Es decir, quien compra una pulsera de éstas no es pobre. Si no es precisamente pobre, tampoco debe ser lo suficientemente ignorante como para tragarse eso de que un "círculo holográfico de mylar" retiene, transmite o genera energía. Tampoco espero que cualquiera entienda a profundidad qué es un holograma y cómo se produce (cosa que tampoco podría explicar yo) o siquiera sepa que el mylar es un polímero, pero tampoco me puedo imaginar a los miles (y vaya que los hay) que compran ésta pulsera. ¿Cómo sería vivir en una colonia repleta con esta gente? ¿Qué empleos hay donde se gane lo suficiente para poder comprar una pulsera de $600 y donde no importe que se sea tan irreflexivo, ignorante y manipulable?
De verdad, no se qué me asusta más: el que se permita la difusión masiva de mentiras tan flagrantes, o el que haya tanta gente que las crea.
El poder que tiene la mentira es sólo el que le ha otorgado la sociedad. Hay cientos que crean la mentira, miles que la creen, y millones que la legitiman con su indiferencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario